ESTUDIO | LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA. Significado para la Iglesia y experiencia en María Mazzarello.

María Dolores Ruiz Pérez, FMA 

  1. Breve repaso de la historia del dogma

La definición del dogma de la Inmaculada Concepción tuvo una larga y agitada historia. Los padres griegos y orientales siempre presentan a María como la toda-santa. Los padres griegos de los cinco primeros siglos no conocen el problema del pecado original tal como se desarrolló en la teología latina.  Hablan de las consecuencias del pecado de Adán, de las desgracias y males que ha acarreado a todo el género humano. Lo que discutían en los primeros siglos era si María había estado libre de todo pecado personal y de toda falta moral. Alguno expresó la idea de una khatarsis (purificación) de María en el momento de la Anunciación como preparación para recibir en su seno al Hijo de Dios. Más que como una purificación o liberación del pecado, debe entenderse como una santificación por obra del Espíritu. Desde el siglo V se impuso la tesis de la perfecta santidad de María. 

En la teología latina, sobre todo a partir de san Agustín (†430) se generalizó la doctrina del pecado original, un pecado de Adán que todos contraemos por generación como verdadero y propio.  Pero incluso en la discusión sobre el mismo, entre san Agustín y Pelagio, san Agustín dice que en esta discusión no entra María: «exceptuando, pues a la santa Virgen María, acerca de la cual, por el honor debido a nuestro Señor, cuando se trata de pecados, no quiero mover absolutamente ninguna cuestión (porque sabemos que a ella le fue conferida más gracia para vencer por todos sus flancos al pecado, pues mereció concebir y dar a luz al que nos consta que no tuvo pecado alguno); exceptuando, digo, a esta Virgen»

Ante estas discusiones en torno a la tematización del pecado original en relación con María, la fe del pueblo sencillo reacciona a favor de María toda-santa, siendo ésta una intuición que se mantiene constante a lo largo de toda la historia.

De la fiesta litúrgica sabemos que se celebraba ya en el siglo IX en Italia meridional y en Inglaterra en el siglo XI. Se fue difundiendo y en 1708 Clemente XI la extiende a la Iglesia universal.  

  1. El dogma de la Inmaculada Concepción 

El dogma fue proclamado por Pío IX con la bula Ineffabilis Deus el 8 de diciembre de 1854, teniendo un gran peso para su definición el sensus fidei, el sentido comunitario de la fe en el Pueblo cristiano que intuye las grandes verdades por obra del Espíritu Santo. Cuando el Pueblo de Dios expresa un mismo sentir en una materia de fe es un argumento de peso, que el Magisterio ha de tener en cuenta. Ocurrió también para el dogma de la Asunción.

El dogma tiene en la Escritura fundamento, pero no argumento concluyente. Las citas bíblicas a las que se acude son: 

  • Gén 3,15: «pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu descendencia y su descendencia; ella te herirá en la cabeza, y tú la herirás en el talón»,
  • y Lucas 1,28: «Alégrate llena de gracia (kejaritomene)». 

Estos textos tienen un sentido no en virtud de la letra exclusivamente, sino de su relación íntima con la Tradición y el Magisterio. 

Para la definición dogmática confluyeron: 

  • El concilio de Trento, que al tratar el tema del pecado original, no entró en la discusión sobre María, la dejó a parte.
  • La posición a favor de los Papas (Pio VII, León XIII, Gregorio XVI).
  • El cambio de los Dominicos, que en la historia precedente se habían mantenido en contra.
  • Pío IX que en 1848, había nombrado una comisión pontificia previa para el estudio de la cuestión. 17 contra 3 de sus miembros se declararon favorable por la definición. También hizo una consulta al episcopado: de 603 obispos sólo 56 se manifestaron en contra.  

La bula habla de PREVISIÓN Y PRESERVACIÓN, es decir, de REDENCIÓN PREVENTIVA: la redención de María se hizo anticipadamente y en vista de la vocación a la maternidad divina.   

 

  1. El significado del dogma para la Iglesia

El concilio Vaticano II puso de relieve que el misterio de María debe ser presentado situándolo en su doble dimensión: a la luz de CRISTO Y LA IGLESIA. Se recupera así la tradición de la reflexión patrística de los primeros siglos de la Iglesia: María siempre unida a su Hijo y a la comunidad de los creyentes en él. María es el prototipo de la Iglesia

El Nuevo Testamento, especialmente san Lucas, nos deja el espléndido elogio de la santidad de María.  No se habría llegado a la definición dogmática de la Inmaculada si no se hubiera partido de la rotunda y persistente afirmación de la santidad de María desde la antigüedad. San Efrén (+373) en sus famosos Carmina Nisibena llama a María, bella, sin mancha, sin fealdad, sin suciedad alguna.

María aparece como la toda-santa, origen de la redención, por cuanto cooperó generosamente con Cristo en la obra misma de la redención. Cristo es el nuevo Adán y María es la nueva Eva.

La santidad es gracia, es favor divino, es unión con Dios. La santidad no consiste solo en la carencia de culpa, sino en la participación de la santidad de Cristo y en la práctica de las virtudes.

Ante María estamos ante una criatura de Dios, como lo somos todos, en la que se realizado el plan de Dios en toda su amplitud, desde su raíz (Concepción Inmaculada) hasta su consumación (Asunción). Hoy Ella es presencia viva y dinámica desde la comunión de los santos.

La cuestión de la santidad de María puede considerarse desde 2 puntos de vista:

  • En cuanto santidad positiva, como gracia, como elección divina, como unión con Dios, virtudes y carismas.
  • En su aspecto negativo, carencia de todo pecado incluido el original.

La formulación negativa es siempre una expresión imperfecta de una realidad. No dice lo que es, sino que sencillamente niega una condición pecaminosa. De suyo el carecer de pecado no se identifica con la plenitud de gracia.

La formulación positiva es mucho más importante y expresiva. María fue elegida por Dios para una misión extraordinaria y ella permaneció fiel a esa misión y al proyecto divino. 

La fiesta de la Inmaculada celebra principalmente la santidad de María y también la exención y preservación de la culpa original como privilegio especial en orden a su vocación-misión.

El dogma de la Inmaculada nos descubre en toda su profundidad lo que la persona humana es según el proyecto original de Dios. Dios tiene la iniciativa en la vida y, en este sentido, podemos decir que somos llamados a la existencia con el sello del amor de Dios que en Cristo nos lo da todo y nos llama a ser sus hijos e hijas, a participar de su propia santidad y belleza (naturaleza divina -dice- 2 Pe 1,4). 

Mayor cercanía a Dios, significa mayor liberación del mal, mayor claridad y libertad de la persona humana.  María ha sido la mujer que le ha dado a Dios su consentimiento gozoso y en plena libertad, para colaborar con él en su proyecto. Éste se realizará en ella misma en toda su plenitud. 

Decir María Inmaculada es decir María Mujer liberada, aún en medio de los condicionantes de su cultura. Ella, en total libertad, se jugó su vida adhiriéndose a lo que fue entendiendo que Dios le pedía, porque la gracia no absorbe el ser, sino todo lo contrario, a mayor autocomunicación de gracia, de la vida de Dios-mismo,  mayor autenticidad y plenitud de existencia personal, y esto, dentro de la cotidianidad, del día a día, donde también hay que tomar tantas opciones y mantener una orientación de gracia y no de pecado, superando el poder disgregador del pecado que intenta dividirnos internamente. El poder redentor (reunificador, reconciliador) de Cristo hizo de ella una mujer que vivió unificada en el amor a Dios en el día a día, en lo que decía, hacía y vivía.

María no ha estado exenta de los sentimientos humanos más intensos y vitales, de los límites y condicionamientos culturales, del sufrimiento, del camino de la maduración y de la peregrinación de la fe, pero a diferencia de nosotros ha puesto sus impulsos y tendencias al servicio del proyecto santo del Dios Santo que es Amor constante y sin medida.

El dogma de la Inmaculada concepción de María pone de relieve la gratuidad y fidelidad del amor de Dios padre-madre a la humanidad: «Ha sido así para que lo que de aquí surgiese pudiese a su vez ser un manantial de Dios. El comienzo ha sido santo porque la omnipotencia amorosa tendía su mano hacia ese bendito fin. Dios no se arrepiente de sus dones, nos dice este dogma. Fiel es el que dio el comienzo, Él lo llevará a su fin; he aquí lo que nos dice esta verdad de la fe»

Al no poderse contar con el asentimiento libre y personal de María, en el primer instante de su concepción, es un signo luminoso de la gratuidad del amor de Dios que actúa ya antes de la respuesta responsable. Dios padre-madre abraza desde el inicio a toda vida humana para hacerla en Cristo una «nueva criatura».

María fue redimida de esta forma privilegiada, porque ella es la única que está situada exactamente en el punto en que Cristo inauguraba la redención de la humanidad. 

La obra del Espíritu es hacer de las personas una obra de gracia y amor tierno, con un corazón semejante al de Dios mismo porque «la gracia santificante en su esencia más profunda significa Dios mismo, su comunicación al espíritu creado, el don que es Dios mismo. Gracia significa luz, vida, apertura de la vida espiritual y personal del hombre hacia los dominios infinitos de Dios. La gracia significa libertad, fuerza, arras de la vida eterna, el actuar del espíritu personal de Dios en lo profundo del hombre, la filiación adoptiva y la herencia de la eternidad».

Dentro de la comunidad eclesial, María Inmaculada es personificación y modelo del designio y proyecto de Dios sobre cada uno de los bautizados y sobre la humanidad entera. Cada persona está llamada por Dios a ser santa e inmaculada, este es el plan de Dios, como nos recuerda el himno de Efesios (1, 3-10).

A la luz de María Inmaculada estamos llamados a superar constantemente en nosotros, a nuestro alrededor y en todo nuestro mundo la vieja condición de pecado, del mal y reproducir los rasgos de una vida transformada según el Espíritu Santo, que se reconoce por sus frutos (Gálatas 5,22-23). 

El dogma de la inmaculada concepción de María encierra un mensaje de capital importancia que nos ayuda a apreciar más la vida. Se puede resumir en tres ideas fundamentales: 

  • Cada ser humano que viene a la existencia es verdaderamente amado y destinado por Dios a participar de la familiaridad con el mismo Dios. Ésta empieza aquí en la tierra y tendrá su plenitud en el cielo.  
  • La vida humana es sagrada en todos los estadios de su desarrollo. 
  • La dignidad de la mujer está en su dimensión de persona como el varón.

La belleza salvará al mundo, pero no una belleza cualquiera sino la belleza del Espíritu Santo. Es la conjunción de dos fuerzas, el don del Espíritu divino y su acogida por la persona y el mundo: «… desde siempre la Iglesia ha visto en la «llena de gracia» no solo el don gratuito de Dios, sino también la respuesta de amor, plena y total, de María».

  1. María Mazzarello Hija de la Inmaculada y Auxiliadora

La fiesta del 8 diciembre permanece definitivamente central y esencial en la metodología pastoral y espiritual de Don Bosco: marca el inicio de la Obra salesiana en 1841.  

Domingo Savio, el joven que se había consagrado a la Inmaculada el 8 de diciembre de 1854 funda, en los meses siguientes, con sus amigos, la Compañía de la Inmaculada cuyos miembros «se dedican enteramente al santo servicio de María». Este grupo, eleva el ambiente de los estudiantes de Valdocco, a tal punto de fervor, que permitirá la fundación oficial de la Sociedad Salesiana el 18 de diciembre de 1859.

Por otra parte, en aquellos años, otro grupo, pero de chicas, hace también su camino en Mornese. Se llama Pía Unión de las Hijas de María Inmaculada. Un sacerdote diligente, Don Pestarino, lo ha fundado el 9 de diciembre de 1855. El Reglamento había sido redactado por el teólogo Frassinetti, sobre el esbozo realizado por la maestra del pueblo, Angela Maccagno. María Mazzarello se inscribe en ella; es la más joven del grupo y vive su compromiso con gran empeño y ardor apostólico. En 1860, tras una grave enfermedad, comienza un modesto taller de costura y, más tarde, un pequeño hospicio y un oratorio festivo con algunas compañeras de la asociación.  La obra adquirió mayores proporciones cuando Don Bosco, tras un largo discernimiento, para fundar un instituto religioso femenino, eligió el grupo de las Hijas de la Inmaculada de Mornese dirigido por Maria Mazzarello, que había comenzado a practicar el Sistema Preventivo con las jóvenes antes de conocerlo a él. El 5 de agosto de 1872, las primeras once jóvenes, a las que el Fundador quiso llamar Hijas de María Auxiliadora (FMA), emitieron sus votos religiosos, dando lugar a la primera comunidad del nuevo Instituto en Mornese. 

María Mazzarello dio su contribución personal, activa y responsable a su fundación y consolidación, inculturando al campo femenino las intuiciones carismáticas de Don Bosco. En 1874, ante la petición de Don Cagliero a Don Bosco de un consejo para orientar la formación de las hermanas en Mornese le dice: 

«Tu conoces el espíritu de nuestro Oratorio, nuestro Sistema Preventivo y el secreto de hacerse querer, escuchar y obedecer por los jóvenes, amando a todos y no mortificando a ninguno, y asistiéndolos, día y noche con paternal solicitud, caridad paciente y amabilidad constante. Bien, pues estos requisitos la buena Madre Mazzarello los posee y, por tanto, podemos confiar en el gobierno del Instituto y en el gobierno de las hermanas. Solo tiene hacer y no hace nada más que conformarse al espíritu y carácter propio de nuestro Oratorio, de las Constituciones. y Deliberaciones salesianas; su Congregación es igual a la nuestra; tiene el mismo fin y los mismos medios que ella inculca con el ejemplo y con la palabra a las hermanas, las cuales, a su vez, siguiendo el modelo de la Madre, más que superioras, directoras o maestras, son tiernas madres para sus jóvenes educandas»

La experiencia salesiana al femenino, debe mirar y aprender de María Mazzarello porque ella no se limitó a una imitación pasiva de un estilo educativo elaborado por Don Bosco para los chicos, sino que realizó una adhesión libre y creativa del proyecto educativo salesiano adecuándolo al mundo femenino.

En la crónica del colegio de Mornese, ante la acusación de que las nuevas FMA fuesen infieles al primer compromiso de Hijas de María Inmaculada, se dice: «Siendo Hijas de María Auxiliadora, no somos menos Hijas de la Inmaculada, al contrario, [..] Don Pestarino nos dice que en todas las casas salesianas la fiesta de María Inmaculada se celebra solemnemente como María Auxiliadora de los cristianos. Don Bosco no nos ha alejado de nuestra primitiva devoción, la ha perfeccionado…»

Maria Mazzarello vive y transmite el ser del Instituto: una familia religiosa que es toda de María y a María debe todo. Y lo traduce en el compromiso personal y comunitario de reproducir en la propia vida, de oración y apostolado, el ejemplo de María Inmaculada. 

He aquí una de sus cartas invitando a una seria preparación a la fiesta de la Inmaculada y renovación de los compromisos asumidos.

[Mornese, diciembre] 1878 

¡Viva María Inmaculada!

Nos acercamos a la hermosa fiesta de nuestra Madre, María Inmaculada. Sé que deseáis una carta mía y estoy pronta a obedeceros, animándoos a hacer bien la novena, con todo el fervor posible y con la observancia de la Santa Regla.

Tenemos que empeñarnos todas, especialmente en estos hermosos días, en la práctica sincera de la verdadera humildad, en aplastar nuestro amor propio y en soportarnos mutuamente y con caridad los defectos.

Debemos hacer con fervor nuestras prácticas de piedad, especialmente la Santa Comunión, procurando observar con exactitud nuestra Santa Regla, practicando mejor nuestros Santos Votos de pobreza, castidad y obediencia. Si lo hacemos así, la Virgen estará contenta de nosotras y nos obtendrá del Señor todas las gracias que necesitamos para hacernos santas.

En estos días, acordémonos de renovar los buenos propósitos hechos en los Santos Ejercicios y recemos mucho por nuestros queridos Superiores, por las necesidades de nuestra amada Congregación, sin olvidar a nuestras hermanas difuntas.

Ánimo, pues, trabajad con entusiasmo por Jesús y estad seguras de que todo cuanto hagáis y sufráis será recompensado en el Cielo.  

Estad siempre alegres en el Señor. Vuestra Afma. Madre Sor María Mazzarello

 

El misterio de la Inmaculada aparece en Madre Mazzarello (como en Don Bosco) en su aspecto actual, como un misterio de victoria permanente, que le asigna naturalmente a María un papel de luchadora por el Reino de Dios y de ayuda en la obra educativa: es Aquella que no cesa de aplastar «la cabeza de la serpiente». 

La obra de la educación supone una liberación del pecado para vivir y crecer en la gracia de Dios. Los educadores/as tienen necesidad de una pureza vigorosa que los haga educadores/as plenamente disponibles y válidos.

«Necesitamos tu mirada inmaculada,
para recuperar la capacidad de mirar a las personas y cosas
con respeto y reconocimiento, sin intereses egoístas o hipocresías.

Necesitamos de tu corazón inmaculado,
para amar en modo gratuito
sin segundos fines, sino buscando el bien del otro,
con sencillez y sinceridad, renunciando a máscaras y maquillajes.

Necesitamos tus manos inmaculadas,
para acariciar con ternura,
para tocar la carne de Jesús en los hermanos pobres, enfermos, despreciados,
para levantar a los que se han caído y sostener a quien vacila.

Necesitamos de tus pies inmaculados,
para ir al encuentro de quienes no saben dar el primer paso,
para caminar por los senderos de quien se ha perdido,
para ir a encontrar a las personas solas.

Te agradecemos, oh Madre, porque al mostrarte a nosotros libre de toda mancha de pecado, nos recuerdas que ante todo está la gracia de Dios,
está el amor de Jesucristo que dio su vida por nosotros,
está la fortaleza del Espíritu Santo que hace nuevas todas las cosas».

Creo que estos párrafos resumen la vivencia práctica de la devoción a la Inmaculada en María Mazzarello, desde joven en Mornese hasta el final de sus días en Nizza Monferrato, ¡ojalá! el contacto con las fuentes del Carisma (Valdocco y Mornese siempre juntos) inspiren y motiven hoy nuestra vivencia.

Como María de Nazaret, como María de Mornese, dejarnos habitar por el Espíritu Santo, estar disponibles a su voz, a su luz, para permitir al Carisma ser una luz que indique un camino abierto al futuro a las/los jóvenes de hoy en todo el mundo. La experiencia de la santidad salesiana debe mirarse y reconocerse en el espejo de la Inmaculada Auxiliadora, para reinventarse a la luz de la novedad del hoy.

 

María Dolores Ruiz Pérez FMA 

 

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